Perú es un país en Sudamérica conocido por Machupicchu, selva virgen preciosa, montañas de colores y playas hermosas. Lo que más enorgullece, es nuestra gastronomía que es una mezcla de sabores andinos, europeos, asiáticos y de África. 

Soy Rosa, nací en Lima capital de Perú en 1980. Vine a Almere en el 2016 y vivo en Stripheldenbuurt y esta es mi historia.

Viví muchos años en un distrito de clase media baja llamado “el Rímac”, siendo éste uno de los más antiguos de la capital.  Mi niñez no fue fácil sufriendo mucha carencia material. Tuve que trabajar desde los trece años para ayudar a mi madre soltera con seis hijos.  Soy la mayor. Mis estudios fueron técnicos y no pude terminarlos por falta de dinero. Llegué a superarme gracias a mi constancia, mi carácter responsable y la experiencia laboral que fui construyendo. 

Cuando conocí a mi ahora esposo Bart, no tenía idea de que aquel hombre llegaría a significar tanto en mi vida. Recuerdo el día que llegó a hospedarse en la casa donde vivía. La dueña era alemana siendo mi trabajo el cuidar y administrar ese negocio. Vivía allí con mi hijo de tres años Fabrizio y mis hermanos.

Bart había sido el primer huésped que teníamos. En esa primera visita solo pude comunicarme por medio de señas para darle indicaciones:  del transporte, si prefería azúcar o no en su café, indicaciones del menú para la cena etc. 

El hecho de verlo un día jugar con Fabrizio,  hizo latir mi corazón. Después de su partida fue el Facebook quien nos unió en largas conversaciones escribiendo con ayuda de google translator y muchas videollamadas.  Después de unos meses ya estábamos gritando al mundo nuestro amor. 

La idea era casarnos y él vendría a vivir a Perú; pero no resultó. Fué más fácil que nos mudamos a los Países Bajos, inicando allí la aventura y el choque cultural. 

El primer reto al que nos enfrentamos, fue la soledad. En nuestra casa en Perú, vivíamos junto a mis hermanos y mi numerosa familia. No estaba acostumbrada al vacío ni en silencio. En el apartamento éramos solo nosotros tres. Gracias al idioma que aprendí y a manejar bicicleta, trabajaba de voluntaria en un lugar para adultos mayores.

Como mamá fue muy estresante esos episodios de melancolía y añoranza de haber dejado nuestro país y todo lo que había sido nuestro mundo. Fue una gran tarea aprender el nuevo idioma y acostumbrarme a tantas culturas distintas que había en mi barrio. En Perú sólo había puros peruanos y casi nada de extranjeros. 

Una de las cosas más bonitas que hicimos juntos como pareja fue buscar una casa con jardín. Ese sueño de mi esposo lo encontramos en Almere Buiten en Stripheldenbuurt. Esta ciudad queda cerca de Amsterdam siendo ideal para mi esposo que trabaja allí. 

Tenía todo lo que habíamos deseado: una casa en un vecindario tranquilo con un pequeño jardín y cerca de la escuela de mi hijo. Tengo un ático que utilizo para mi escuela de Yoga. Qué diferencia al apartamento donde vivíamos en Amsterdam.  

Algo curioso es que cuando nuestro agente de bienes raíces nos dijo de la casa en la calle llamada Dagobertstraat, de inmediato mi hijo Fabrizio se emocionó y me dijo: -” Allí quiero vivir.”-  Creo que fue una señal.  

Almere alberga a más de 146 nacionalidades siendo una ciudad perfecta para nuestra familia que también es un mix cultural. Aquí conozco muchas latinas que están también como yo casadas con un holandés. Ellas se han vuelto parte de mi familia.

A solo cinco minutos de la casa se ubica el bosque Kotterbos.  Ese bosque y el Kemphaan que tiene un pequeño zoológico con monos y un klimbos son mis lugares favoritos para ir los fines de semana con mi hijo. 

Almere ha significado más que un simple lugar para vivir; es nuestro hogar. Aquí encontré a mis mejores amigas y mis sueños se han hecho realidad tal como lo es mi escuela de yoga “Ámate movimiento”.
Soy una mujer con sueños y esperanzas. Una historia entre miles de historias en Almere.