Me llamo Siti. Nací en 1983 en la ciudad-estado de Singapur. Llegué a los Países Bajos en 2008 y a Almere en 2010. Ahora vivo en el barrio de Almere Verzetswijk. Esta es mi historia. 

Soy el menor de 4 hermanos nacidos de padres cariñosos en el pequeño país Singapur, que tiene una población de unos 5 millones de personas. Es un país moderno y bullicioso del sudeste asiático, muy rico y moderno, con altos rascacielos y arquitectura moderna.
 
Crecí segura, protegida y privilegiada, pudiendo ir a buenas escuelas y realizar diferentes actividades como deportes acuáticos y tocar música. También pasé mucho tiempo con mi familia y mi familia ampliada, celebrando juntos los cumpleaños y las fiestas culturales y religiosas, como el "Eid" (del Azucar). 
 
Al crecer, nunca soñé con vivir en otro lugar del mundo, hasta que conocí a mi novio (ahora marido) en 2004 en un romance relámpago en Singapur mientras él era estudiante de intercambio en mi universidad. 
 
Después de experimentar, y no disfrutar, una relación a distancia, decidí dar un salto de fe y venir a Ámsterdam en 2008 para hacer mi máster en Derecho Internacional y Europeo en la Universidad de Ámsterdam y estar en el mismo país que mi marido. Al principio vivía separada de él, en un estudio para estudiantes, y disfrutaba de la libertad de ser estudiante en un país extranjero. 
 
Dos años más tarde, en 2010, decidimos irnos a vivir juntos, y como mi marido trabajaba entonces en Almere, decidimos encontrar un lugar juntos en el barrio de Staatsliedenwijk. Almere me pareció mucho más tranquila que Ámsterdam, con no tantas opciones de entretenimiento y restaurantes. Al ser una pareja joven, viajábamos casi todos los fines de semana para reunirnos con nuestros amigos en Ámsterdam. 
 
Después de tener una maravillosa vida de estudiante, empecé a sentir el estrés de ser una mujer emigrante en un país extranjero, sobre todo en los años 2011-2013, ya que entonces dependía totalmente de mi marido, económica y emocionalmente, en casi todos los aspectos de mi vida. Pensaba que como había renunciado a mi familia y a mis amigos en Singapur para trasladarme a los Países Bajos y estar con él. Él también tenía que hacer grandes sacrificios por mí. Esto dio lugar a muchas peleas e infelicidad entre nosotros.
 
Sólo cuando me di cuenta de que la única forma de ser verdaderamente feliz era depender totalmente de mí misma, y no de otra persona, las cosas empezaron a cambiar. Empecé a aprender y a hablar neerlandés con más fluidez, a reunirme con grupos de lugareños y expatriados y a hacer amigos aparte de mi marido, y a tomar realmente las riendas de mi propia vida y felicidad.  También empecé a trabajar como abogada en una empresa de marketing internacional.
 
Mi marido también es un emigrante de Surinam, que se trasladó a los Países Bajos con su familia cuando tenía 10 años. Al igual que yo, también aporta su propia cultura a nuestra relación. 

La familia y nuestra cultura siguen siendo muy importantes para mí, y me aseguro de que mis hijos experimenten ambos aspectos: como medio surinameses y medio singapurenses, y también como 100% holandeses. Les hablo en nuestra lengua materna, el malayo, para que sigan conectados con sus raíces y puedan hablar con sus familiares de Singapur. Celebramos el Eid/Suikerfeest junto con algunos amigos singapurenses que tenemos aquí y los expongo a la cocina de Singapur a través de mi cocina diaria. Nuestras raíces son una parte importante de nuestras vidas y me aseguro de que mis hijos tengan contacto con ambos lados de sus familias, mediante visitas y también videollamadas. 
 
Si avanzamos hasta hoy, marzo de 2022, donde vivimos en nuestra casa de Almere con 3 niños, y una niña más que llegará en agosto, es increíble lo mucho que he crecido como mujer, emigrante, persona, madre y esposa. Estoy feliz con lo que he construido aquí en Almere durante los últimos 12 años y seguiré transmitiendo mi cultura y mis tradiciones y haciendo otras nuevas para disfrutarlas también.