Story - Women Of Almere
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Soy Aneta. Nací en 1985, cuando la República Federal Socialista de Yugoslavia era una unión de seis países pacíficos y prósperos.
Soy la mayor de la familia. Crecí en un pequeño y tranquilo suburbio de la capital, Belgrado, con mi madre y mis abuelos.
El día en que empecé a ir al colegio, que se supone que es el día más maravilloso que recuerda un niño, fue todo lo contrario. La guerra entre los países yugoslavos acababa de empezar. Los recuerdos que todos llevaríamos a partir de ese día son opuestos a lo que era nuestro país y vidas antes de 1992. El tiempo de la pobreza, la ansiedad, la ira, el miedo, la preocupación, la depresión y la desesperación había iniciado.
Recuerdo mi infancia con muchas restricciones. Mis abuelos empezaron a cultivar un huerto por la falta de la comida que golpeaba con fuerza a toda la nación. Mi madre trabajaba turnos extra para ganar suficiente dinero para nuestro hogar.
Cuando tenía 11 años y la guerra ya había pasado, mi madre y mi padrastro decidieron darme un gran regalo: mi hermana Aleksandra. Me sentí muy feliz de tenerla. Y el pequeño suburbio de Belgrado fue un lugar perfecto para crecer hasta 1999, año en que la OTAN empezó a bombardear Serbia. Otra ola de miedo, de incertidumbre, de muchas carencias volvió a golpear a las personas. Yo tenía catorce años y mi hermana tres.
Mis abuelos se quedaban con nosotros en el interior de casa, acompañándonos. Cuando los aviones de la OTAN estaban lejos, podíamos salir a jugar al jardín donde aprovechábamos a cosechar las verduras o hacer la apicultura. El crecer con mis abuelos me hizo darme cuenta de que las plantas y la apicultura ayudan para mejorar la salud y la longevidad.
Como el dicho dice: lo que no te mata, te hace más fuerte; sin embargo, te deja cicatrices en el alma. Después de haber pasado muchos años de miedo y horror, en el año 2000 pude empezar la escuela superior de Medicina que era muy exigente. Después de cuatro años de aprender sobre el cuerpo humano y enfermedades, me di cuenta de que me gustaba más la ciencia natural y la prevención de enfermedades.
Durante mi época universitaria, trabajé como niñera con lo que apenas alcanzaba para cubrir mis gastos. Al final de mis estudios, conocí a un chico que fue al inicio mi amigo y más tarde mi novio. Empezamos a vivir juntos siendo, sin duda uno de los mejores recuerdos de mi vida.
Él tenía un trabajo y yo terminé mi curso de Pilates y di clases en Belgrado. Estábamos bien económicamente, pero no queríamos que nuestros hijos crecieran en un país con una política y economía imprevisible. En ese momento Holanda ni siquiera estaba en nuestra mente, sin embargo, en corto tiempo, mi marido recibió una propuesta de trabajo de una empresa holandesa y dijimos: "¡Vamos a experimentar otro mundo!
Llegar a Holanda fue fácil, pero instalarnos, duró cuatro meses. Después de dos airbnbs y la habitación de un ex amigo nuestro, finalmente encontramos un lugar para alquilar en Diemen. Nos encantó ver la inmensidad de nacionalidades que pueden vivir en un mismo lugar como es Ámsterdam. ¡Y las bicicletas por todas partes! Nos asombra la conciencia ambiental que tienen. Eso fue en mayo de 2016. Después de una búsqueda de casa empecé a buscar un trabajo y eventualmente conseguí dos ofertas pero en ese momento me di cuenta que estaba embarazada.
Un choque cultural muy grande fue el trato que se tiene con las parteras (verloskundige).
En Serbia, cada mujer es guiada por un ginecólogo durante todo el embarazo y el parto se realiza exclusivamente en los hospitales, mientras que en los Países Bajos se presiona para que el parto se realice de forma natural y en el hogar, sin epidural o sólo paracetamol para aliviar el dolor.
Afortunadamente todo salió bien en el parto, pero nuestro hijo enfermó con mucha frecuencia hasta los 5 años. Ese período fue un shock cultural, tanto que conseguir un lugar en una guardería es difícil pues al bebé hay que reservarle su lugar incluso antes del embarazo. También nos costó acostumbrarnos a llevar una agenda para simplemente invitar a un amigo a tomar un café. Aquí, hay que hacerlo incluso con meses de antelación; en Serbia, simplemente llamar o tocar a la puerta de tu familia, amigos o vecinos es natural.
En 2018 nos trasladamos a Almere, una ciudad hermosa y verde, sin ruidos, espaciosa y rodeada de parques con muchos lugares para que nuestras dos hijas pudieran jugar. Yo era solo madre y ama de casa. Conseguir trabajo era misión imposible y honestamente no me sentía bien ya que había terminado el curso de holandés, que pagué a un precio muy alto y aun así no encontraba trabajo.
En el 2020, hice de mi pasión mi propia empresa con plantas y hierbas. Pero con hijos en casa y Covid 19 fue difícil continuarla. Después de cientos de horas reescribiendo cartas de solicitudes de trabajo, conseguí un trabajo de medio tiempo en una empresa internacional que me pareció un regalo después de seis años de vacío profesional.
Me encanta donde vivo, Almere, nuestro nuevo hogar, es muy internacional y tenemos todo, menos a nuestros familiares que dejamos en Serbia. Mis hijos no tienen el lujo de otros amigos que pueden tener entre semana, en casa, a su “oma y opa”.
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Authors
Fotos, Entrevista y Texto: | Lyla Carrillo - van der Kaaden |
Revisión de Texto: | Babette Rondón |
Fotostudio website: | www.101studio.nl |