Me llamo Ewa. Soy de Polonia y nací en 1967 la ciudad de Olsztyn la cual se encuentra en una hermosa zona (Warmia y Mazury) en el noreste del país. 
Mis padres se conocieron allí en la universidad, lo que fue especial porque ambos venían de muy lejos. Mi madre era del sur de Polonia, mi padre de una zona que se convirtió en Lituania después de la guerra.  

Mi infancia y juventud, así como las de mis dos hermanas y dos hermanos, fueron despreocupadas, relajadas y llenas de amor. Me hice enfermera y viví en Polonia hasta los 24 años. Y ahora parece que la historia se repite.  He venido desde muy lejos al país de mi marido.

Tenía 21 años cuando llegué al aeropuerto de Schiphol por primera vez. Lo sé porque me impresionó bastante. Luego me llevaron a Ámsterdam con mi primo y cuando salí del coche pisé popó de perro. Ámsterdam me pareció una bonita ciudad pero también al mismo tiempo muy sucia. 

La moda femenina de la época (leggings y camisas largas) me parecía muy rara y fea. Enseguida me di cuenta de que a diferencia de Amsterdam, las ciudades y pueblos más pequeños de los Países Bajos eran muy bonitos y limpios.  La gente también es muy amable, atenta y sobre todo muy puntual. Esto último me ha gustado mucho. 

Durante esa estancia (trabajo de vacaciones) con mi primo en Ámsterdam conocí a mi futuro marido. En el parque durante la fiesta infantil de mi sobrino, nuestros ojos se dirigieron a un joven con un cuaderno polaco (reconocible por su portada). Inmediatamente pensamos que era un polaco, así que lo invitamos a nuestra casa. Más tarde resultó ser un neerlandés simpatizante con Polonia. Así es como comenzó nuestra historia hace ya más de 30 años y que continúa hasta ahora con el fruto de tres hijos ya mayores. 

Cuando decidí vivir definitivamente en los Países Bajos, empecé a aprender el idioma neerlandés. Después de seis meses ya podía comunicarme razonablemente con la gente en este idioma. Nos trasladamos al barrio de Verzetzwijk, en Almere, tras el nacimiento de nuestro segundo hijo. Almere estaba cerca de Ámsterdam, donde trabajaba mi marido, y era atractivo los precios de las viviendas. Ahora llevo 23 años viviendo aquí en Almere con mucho gusto y trabajo en una institución de atención a personas mayores con demencia.