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Fiona
“Almere es un lugar donde nuestros hijos han podido jugar mucho al aire libre y crecer en una sociedad multicultural donde el multilingüismo es normal.”

Nací en Auckland, Nueva Zelanda, en los años 70. La ubicación de Auckland es única y se encuentra en un lugar especial en un campo volcánico con muchos volcanes extinguidos. Se encuentra en una estrecha franja de tierra (un istmo) entre dos masas de agua con dos hermosas zonas montañosas de bosque autóctono a ambos lados.  Por lo demás, Auckland está rodeada de agua de mar con dos puertos naturales y hermosas playas para nadar y hacer surf. No en vano, los deportes acuáticos son muy populares y Auckland es conocida como la "Ciudad de las Velas". 

Como muchos neozelandeses, crecí en una familia de origen europeo: Croata, escocesa e inglesa. Junto con mi hermano y mi hermana, tuve una infancia maravillosa.  Auckland era (entonces y ahora) la ciudad más grande, poblada y multicultural de Nueva Zelanda.  Sin embargo, había mucho silencio y espacio, lo que la hacía sentir como un pueblo con mucha naturaleza a su alrededor. 

Mis padres trabajaron duro para mantenernos. Mi madre era una verdadera administradora de la familia y, con un presupuesto reducido, se aseguraba de que hubiera espacio para jugar y pasar tiempo en familia. Nos dejaba bailar bajo la cálida lluvia, trepar a los árboles, retozar y revolcarnos en los cráteres (extintos), y los veranos nos enseñaba a coger una ola con la tabla de surf (catch the wave).

Mi padre, cuando no estaba trabajando, solía participar con la misma intensidad.  En las tardes de invierno siempre había juegos familiares junto a la chimenea. Todavía recuerdo a mi padre cortando leña frente al fuego después de un largo día de trabajo. En verano siempre íbamos de excursión y a nadar en zonas preciosas. También pasábamos horas junto a las rocas de la playa estudiando todas los animales, como las anémonas de mar y los cangrejos ermitaños. Tal vez mi actividad veraniega favorita era cavar en la arena con la marea baja en busca de "pipis", un marisco neozelandés, realmente delicioso, que luego comíamos para cenar. Después jugábamos a las cartas o a un juego de mesa. 

Cuando inicié mis estudios en un instituto para chicas, mi hermano y mi hermana estaban trabajando además de asistir a la escuela y la universidad. Los echaba mucho de menos, y creo que a raíz de ello me entró una creciente curiosidad por conocer el resto del mundo. Desde los 3 años tomé clases de baile y durante algún tiempo me entrené con alma y corazón para ser la mejor en ello. Así que después del instituto empecé a estudiar danza en una universidad de Australia Occidental. Una formación única que combinaba materias académicas como anatomía, fisiología y danza. Después bailé en varias compañías de danza y así acabé en los Países Bajos (de tránsito). Siendo este el primer país europeo que visité. 

Me recogió un amigo de un amigo en el aeropuerto de Schiphol. Desde la autopista me pareció fascinante la campiña tan ordenada y dividida en trozos cuadrados y en parcelas de casas "diminutas". Al llegar a La Haya, las calles ordenadas y las casas adosadas me fascinaron. Y qué extraño fue para mí que pudiera mirar directamente al salón de casi todas las casas desde la calle. 

Después de 18 meses alternando veranos en Australia, Nueva Zelanda y Singapur, llegué a Holanda en pleno invierno con nieve y hielo. No sabía qué me había golpeado.  Recuerdo estar en la parada del tranvía con viento cortante y perder 25 florines porque tenía las manos completamente entumecidas por el frío.  

Cuando tuve que coger un tren a Ámsterdam por primera vez, me quedé atrás en el andén y perdí los dos primeros trenes completos. Todavía no sabía cómo subir al tren en el ajetreo de la mañana entre tanta gente empujando. Nunca había tenido que "luchar" por un asiento en el transporte público, no entendía para nada los empujones. No podía creer lo maleducados que eran todos. 

En los Países Bajos trabajé como bailarina para un proyecto de "Het Nationaal Toneel" y después hice otros proyectos en Europa. Volví a los Países Bajos, conocí a mi marido y tuvimos dos hijos maravillosos. 

Tras el nacimiento del más pequeño, nos preocupaba mucho su salud y, por diversas razones, decidimos vivir en Almere. Si nuestro hijo menor hubiera nacido en Nueva Zelanda, probablemente no habría podido recibir la atención especializada que necesitaba cuando era un bebé y un niño pequeño, y habríamos tenido que despedirnos de él a una edad temprana. Ahora, gracias al desarrollo de los conocimientos y del sistema de atención en los Países Bajos, podemos disfrutar de nuestro hijo menor, que es un joven de hermoso desarrollo. 

Echo de menos la naturaleza virgen, el estilo de vida "relajado" y las playas de Nueva Zelanda, pero me encanta que haya tantas cosas bien organizadas en los Países Bajos.  Almere es un lugar en el que nuestros hijos han podido jugar mucho al aire libre y crecer en una sociedad multicultural en la que el multilingüismo es normal y en la que tienen la oportunidad de cursar estudios de VWO y Gymnasium. 

Mi pasión por el ejercicio siempre ha sido mi inspiración. Pude completar una licenciatura en salud, y una licenciatura y máster en ciencias dentro de mi campo de interés en los Países Bajos. Como fisioterapeuta pediátrica, trabajo con niños con problemas de desarrollo. Sigo buscando desde el movimiento cómo puedo apoyar a un niño. Es el trabajo más bonito que existe. 

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Authors

Fotos, Entrevista y Texto: Lyla Carrillo - van der Kaaden
Revisión de Texto: Babette Rondón
Fotostudio website: www.101studio.nl