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Lyla
“Agradezco las dificultades y las oportunidades de la vida porque me han convertido en lo que soy.”

Soy Lyla, nací en Guatemala. En el 2005 vine a vivir en Almere al barrio llamado Tussen de Vaarten.
Esta es mi historia.
 
Nací en 1971 en Quetzaltenango, una ciudad en las montañas de Guatemala. Soy la mayor de cuatro hijos. 
Mi padre es ingeniero electricista y mi madre pedagoga y traductora. Debido al trabajo de mi papá, nos trasladamos a la capital, Ciudad de Guatemala, donde hay mucha criminalidad e inseguridad. En ese entonces, había una guerra civil. 
 
En un país donde la educación es obligatoria, pero el analfabetismo es elevado, tuve la suerte de estudiar en un colegio católico privado y luego en la universidad.
 
Cuando tenía 11 años, viví con una familia en Iowa, Estados Unidos, durante dos meses a través de un programa de intercambio. Esta experiencia me dio la oportunidad de vivir en otro país, conocer otras personas y la nieve. Volví dos veces más cuando era adolescente e incluso terminé allí mi último año del High School en mayo de 1990.
 
Siempre quise conocer el arte y la cultura europea: mi plan era viajar por Europa por interail, trabajar como au pair en París y estudiar en la Sorbona. En el verano de 1992 conocí a mi actual esposo, Jan, en el tren entre Grecia y Turquía. Quién se imaginaría que un año después estaría preparando mi boda con él.
 
Durante ese viaje de interail, tomamos el tren a Ámsterdam llegando por primera vez a los Países Bajos. Junto con mis dos amigas guatemaltecas visitamos Maassluis, donde vivían Jan y sus padres. Jan y yo nos hicimos novios. Visitamos varios lugares de los Países Bajos y me fascinaron los molinos de viento, los paisajes, la arquitectura y los canales. Era como estar en una postal.
 
Luego volví a París para trabajar como au pair. Pero por desgracia, me puse muy enferma y tuve que ser hospitalizada con peritonitis. Al salir del hospital, estaba muy débil y ya no podía trabajar y cuidar del niño. Me despidieron y perdí mi lugar de residencia. Antes de viajar de vuelta a Guatemala, me quedé con Jan y sus padres durante unas semanas para recuperar fuerzas, pero también para conocer mejor a Jan y su mundo. Fue un choque cultural: sus padres sólo hablaban neerlandés, tenían costumbres muy diferentes y era invierno, así que hacía frío y oscuridad. Sin embargo, fue un tiempo agradable. 
 
Cuando regresé a Guatemala, Jan vino unas semanas después para conocer a mi familia, conocer mi país y nuestras tradiciones. El día que regresó a los Países Bajos nos comprometimos. Al año siguiente, Jan y yo nos casamos en Antigua, Guatemala. Él tenía 21 años y yo 22.
 
Al principio, vivíamos en Maassluis, todo era emocionante: la experiencia era nueva y no echaba de menos a mi familia. Pero ese sentimiento cambió con los años. No sólo tuve que acostumbrarme a la vida de casada, sino también a un nuevo país. Aquí la gente es muy puntual, seria, distante y estructurada; algo a lo que no estaba acostumbrada.
 
Al cabo de un tiempo, también otros sentimientos se impusieron: la nostalgia por mi país, mi familia y el deseo de tener hijos. Decidimos probar suerte en América Latina y emigramos a Guatemala en diciembre de 1998. Jan encontró un trabajo en una empresa de informática y yo en la embajada de los Países Bajos. Nuestro hijo Hendrik nació en el 2001.
 
La situación en Guatemala se volvió cada vez más violenta. También la situación económica fue empeorando. En el 2004, el día que nació nuestra hija Suzanne decidimos volver a los Países Bajos. Jan tendría más oportunidades de trabajo y yo podría pasar más tiempo con nuestros hijos. A finales del 2004, Jan se fue en busca de un trabajo y una casa, la que encontró en Almere, una ciudad de la que yo nunca había oído hablar.
 
En mayo del 2005 Jan llegó a Guatemala a recogernos y emigramos a Holanda. Sin embargo fue hasta finales de agosto que nos trasladamos a Almere Filmwijk, que me pareció una ciudad vacía, sin vida y poco sociable. No es una ciudad histórica con canales y molinos de viento a la que estaba acostumbrada. Jan dijo: "Dame cinco años y nos iremos". Eso fue hace más de diez y seis años. Y ahora estoy aquí promocionando esta ciudad. El parque Kemphaan y la reserva natural Oostvaardersplassen son mis lugares favoritos.
 
Me tomé muy a pecho el dicho holandés "Más vale un buen vecino que un amigo lejano". Participé en actividades sociales, siendo voluntaria en el colegio de mis hijos y en la iglesia católica; construyendo así una sólida red social. Inicié un grupo de madres hispanohablantes con el objetivo de ayudarnos mutuamente a transmitir el idioma español y las tradiciones latinoamericanas a nuestros hijos. Quería que mis hijos pudieran hablar en español con mi familia y lo logré: hablan neerlandés, español e inglés.
 
Después de un tiempo y de estar tan lejos de Guatemala, a pesar de mis muchos logros en Holanda, tuve problemas en mi vida personal: debido a problemas de tiroides, una agenda muy apretada y el hecho de no tener tiempo para mí, sufrí un agotamiento que luego se convirtió en una depresión. Para empeorar las cosas, en ese momento una de mis mejores amigas de la infancia fue secuestrada y asesinada en Guatemala. Mi madre y mi hermanita vinieron a ayudarme y cuidaron de nuestros hijos mientras yo estaba en el hospital. Gracias a ellas, superamos este difícil momento. Aprendí el término "estrés y dolor migratorio". Entendí entonces que era necesario cuidar de mí misma antes de poder cuidar de otras personas.
 
El fallecimiento de mi hermana menor, María José, en el 2019 a causa de una explosión de gas, tuvo un fuerte impacto en nuestras vidas. Volví a sentir que caía y busqué inmediatamente apoyo profesional. Durante este periodo de luto y con las limitaciones debidas a Covid-19, procesé mi dolor al escribir las historias de vida, crear estos retratos y elaborar mi libro sobre “Mujeres Latinas de Almere”.
 
Puedo decir con orgullo que soy muchas cosas. Soy esposa y madre. Soy hija, hermana y amiga. Soy una latina guatemalteca y una feliz neerlandesa. Soy mestiza con sangre indígena, española y china. Esta mezcla de culturas me convierte en una ciudadana del mundo con diferentes características.
 
La migración me ha enseñado a ser humilde y agradecida. Dejé de pensar en lo que dejaba atrás porque me impedía vivir el presente. He aprendido a ser tolerante y abierta a otros códigos culturales.
 
Agradezco las dificultades y las oportunidades de la vida porque me han convertido en lo que soy. Espero sinceramente que mis experiencias puedan servir de consuelo y ayuda a otras mujeres, especialmente a las inmigrantes como yo.

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Authors

Fotos, Entrevista y Texto: Lyla Carrillo - van der Kaaden
Revisión de Texto: Babette Rondón
Fotostudio website: www.101studio.nl