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Jensys
“La vida puede darnos períodos difíciles pero hay que intentar sobreponernos”

GUAYANA FRANCESA Y REPÚBLICA DOMINICANA

Todos tenemos sueños e ilusiones al ser niños; sin embargo, no todos se vuelven realidad. Mi sueño fue siempre volver a ver a mi padre biológico y abrazarlo. Uno de los pocos recuerdos  que tengo de él son sus llamadas telefónicas donde me decía: “mi bebé, yo te amo, yo soy tu papá, yo voy pronto por ti”. Esas palabras aún las recuerdo hasta el sol de hoy.
 
La vida me concedió mi deseo gracias a mi esposo Domingo, a quien conocí a la edad de 23 años. Él es un neerlandés de ascendencia dominicana  y yo nacida en La Guyana Francesa, también conocida como la Europa perdida en Sudamérica, donde muchos dicen que sigue habiendo un ambiente colonial.
 
Mi madre, huérfana a los 3 meses de vida, creció junto a su abuela materna y tíos. Nació en República Dominicana.  Tuvo que crecer y madurar rápido porque fue madre ya en la adolescencia. Dejó a su bebé con la familia para salir a trabajar a la ciudad y colaborar con el sustento de su hija.
 
Siendo mi madre una jovencita, una “amiga’ le ofrece un trabajo en la Guyana Francesa donde le pagarían mejor (en Euros) y así podría ella estudiar enfermería y sostener a su hija. Ilusionada, pero a la vez engañada, llega a ese pequeño territorio de ultramar que depende de Francia. Le quitan sus papeles y la obligan a trabajar en algo que no le gusta; fue víctima del tráfico de mujeres.  Gracias a un francés que la ayudó a escapar, logró llegar a una casa de acogida. Felizmente, junto a otra amiga que logró también escapar, salieron adelante. Por 6 años trabajaron duro y honradamente. Fue en esa época que conoció a mi padre y vine yo al mundo. 
Cuando tenía dos años, mi madre decide regresar a República Dominicana donde viví hasta que emigré a los Países Bajos. Mi niñez fue muy bonita y me crie rodeada de mucho cariño y amor, gracias a mi madre, a mi tía abuela y a su esposo, quien tomó el papel de padre. Nunca nos hizo falta nada, ya que de eso se encargó siempre mi madre. Incluso cursé mis estudios en un colegio privado de militares y viajaba en bus escolar; un servicio también privado. Obtuve buenas calificaciones y siempre quise ser estilista ó ayudar a personas mayores.
 
Me tocó muy duro ser mujer, ya que a los catorce años me enamoré de un joven y en nuestra primera noche juntos salí embarazada. Tanto en casa como en el colegio, nunca tuve orientación sexual y no supe las consecuencias que traía lo que hacía. De niña pasé a ser mamá. 
 
Embarazada logré terminar ese año escolar y a los pocos días nació mi hija. Continué con mis estudios secundarios criando al mismo tiempo a mi niña, obteniendo mi diploma de bachillerato a mis 18 años.  No pude ingresar a la universidad por carecer de documentación que acreditara mi nacimiento en la Guyana Francesa, lo cual era un requisito. Sin el valor de localizar a mi padre y al no haber alguien que me ayudara a obtener esos papeles, trabajé de camarera en un restaurante por 3 años. Siempre me gustó la belleza, así que con apoyo de mi madre, entré en una academia y empecé a trabajar en esa área.  Más adelante trabajé 5 años en una empresa de venta de ropa llegando a ser la encargada de la tienda. Esto hizo posible que pudiera cuidar y sostener a mi hija. 
 
En el 2009, conocí a mi esposo cuando llegó a Santo Domingo para ver su negocio de computadoras. A pesar de que nos gustamos, decidí contarle mi situación y que no estaba interesada en relaciones pasajeras; que necesitaba localizar a mi padre para arreglar mis papeles y el de mi hija para poder inscribirla en el Registro Civil.  
 
Para hacer la historia corta, él sí está interesado en mí y se da a la tarea de localizar a mi familia paterna. Viajó el 13 de junio del 2010 a la Guyana Francesa para juntarse con mi tía (hermana de mi padre) y con mi abuela paterna para ir a buscar a mi padre y pedirle que me tramitara mis papeles. Lamentablemente, esa noche muere mi abuela. Mi padre,se encontraba en la ciudad de Guadalupe en un centro de rehabilitación para pacientes adictos a las drogas y le dan permiso de salir al entierro de su madre. Es allí donde mi esposo lo conoce y juntos van a arreglar mis papeles. Feliz de haber encontrado un hombre bueno, acepto empezar una nueva vida junto a él. A los meses siguientes nace mi segunda hija.
 
A finales del invierno del 2011, salí sola de la isla por un mes  para conocer los Países Bajos y a su familia. Estaba ilusionada de poder cambiar de vida y darles un mejor futuro a mis hijas. Sin embargo, a los pocos días experimenté un gran vacío por haberme separado de ellas, ya que me hacían mucha falta. A eso se sumaba la sensación de un frío nunca antes experimentado y la frustración de no poder comunicarme con alguien debido a un idioma nunca antes escuchado. Regresé a República Dominicana e inicié los trámites necesarios para regresar a ese país junto a Domingo y empezar una nueva vida con mis hijas.
 
De Santo Domingo a Almere Poort, llegamos las tres sólo con las maletas que traíamos. El primer mes me costó mucho adaptarme. Me hacía falta mi comida, mi mamá y mi país. A mi parecer el barrio era super aburrido, comparado con el de donde venía. En esa época no existía la estación de tren y sólo se contaba con una línea de bus y un supermercado. Sabía que tenía que aprender el idioma y conocer el sistema para poder crecer, desarrollarme y lograr un mejor futuro. Acepté trabajar de ayudante en una peluquería de un familiar, pero se me complicaba asistir a las clases de neerlandés ya que debía también cuidar de mis hijas.
 
Hubo un tiempo en que las cosas se pusieron muy difíciles, ya que era muy frustrante no poder expresarme, sentía la impotencia de “no poder ser yo misma” y depender de otros por no poder comunicarme. En ese descontento fue que decidí hacer algo radical; me llené de valor y viajé sola a la Guyana Francesa en busca de mi padre. Él, quien ya había dejado la droga, me recibió con amor. Yo entre llanto y emociones encontradas lo abracé como siempre soñé hacerlo, con una satisfacción y felicidad indescriptible. Regresé a los Países Bajos llena de positivismo y nueva energía.
 
Ya en Almere, empecé mis clases de neerlandés y a la vez a trabajar en Ámsterdam, en una peluquería. Mi tercer hijo nació y con el tiempo me cambié a otra peluquería, donde el dueño, viendo mi capacidad y deseo de aprender, me motivó y me dio la oportunidad de estudiar el idioma mientras trabajaba. La mejor escuela fue el atreverme a hablar el neerlandés con los clientes. No me daba vergüenza pronunciar mal las palabras o cometer errores; ellos me entendían y estaban contentos con mi trabajo.  
 
Fue un período difícil y agotador, ya que entre las clases, trabajo, viajar a Ámsterdam, cocinar, limpiar, hacer compras y atender a mis hijos y a mi esposo no me quedaba tiempo para mí.  Hubo días donde pasé parada hasta 12 horas. Con el tiempo empecé a tener problemas de salud y me dolían mucho las rodillas. Fue así que decidí abrir mi salón en Almere, cerca de mi casa, donde podría tener más libertad de horarios y estar cerca de mi familia. Empecé mi propio negocio de peluquería “YensiStyle” en el barrio Literatuurwijk. Para mi felicidad, mis clientes me siguieron, tengo muchos más y voy creciendo sin dejar de atender a mi familia y tener tiempo para mí. 
 
Mi consejo es: “uno puede tener períodos difíciles en la vida, pero hay que intentar sobreponernos”, y, “vive tu vida a tu manera,  pero sobre todo, trabaja en tu crecimiento”.  ¿Mi identidad? Soy dominicana alegre, bailarina, humanitaria y cariñosa; pero también soy Guyanesa por la gran energía que poseo, cualidad que los caracteriza.
 

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Authors

Photos, Interview and Text: Lyla Carrillo Quan - van der Kaaden
Text Revision: Babette Rondón
Fotostudio website: www.101studio.nl