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Cristina
“HHe querido quedarme con las cosas buenas de la cultura de los Países Bajos y conservar las buenas de mi país de origen.”

Soy Cristina Muriel, una mujer Colombiana- neerlandesa. Nací en Medellín conocida como la “Ciudad de la Eterna Primavera” ya que durante todo el año se puede disfrutar del clima templado y la variedad de bellas flores. Fue allí, donde realicé mis estudios de educación básica primaria y bachillerato. 
Al culminar con mis estudios y con permiso de mis padres,  decidí ir a vivir a Curazao, una isla perteneciente a la Colonia Holandesa. Comencé  mis estudios en la Universidad de Curazao, pero no los pude culminar ya que el idioma neerlandés se me dificultaba demasiado. Además en aquel entonces Curazao no tenía muchas opciones de estudios para los extranjeros y no podía concentrarme en estudiar pues tenía que trabajar para poder sobrevivir. 
El trabajar en diferentes ocupaciones en la Isla me ayudó a madurar y valorar el esfuerzo que todos hacemos en la vida para ganarnos el pan de cada día, honestamente. Comencé trabajando con tan sólo 17 años: en casas haciendo limpieza, de niñera, como mesera en restaurantes, cajera de una compañía de envío de remesas al exterior y por último fui representante de ventas por Internet para una compañía de maquinaria pesada y plantas eléctricas. A diferencia de los Países Bajos , Curazao me permitió explorar diferentes campos sin tener experiencia laboral alguna o títulos educativos. En la Isla viví 12 años, por los cuales me permitían el derecho de petición de la nacionalidad neerlandesa.
En la Isla conocí la tradición de la celebración de San Nicolás, la cual conservo y me parece muy linda para abrir el mes más querido para mí, diciembre. Curazao fue una escuela de la vida, tengo mucho que agradecerle  y definitivamente la llevo en mi corazón. 
Una vez obtenida la nacionalidad, junto a mi esposo decidimos establecernos en los Países Bajos, pensando en abrirnos nuevos horizontes y brindarle mejores oportunidades  a nuestra hija mayor, que para ese entonces tenía 7 años. Entre las oportunidades que veíamos estaba la posibilidad de que nuestra hija pudiera involucrarse desde pequeña con la cultura holandesa y viviera junto a nosotros este intercambio de culturas, también veíamos mejores oportunidades de trabajo para mi esposo quien acababa de graduarse como enfermero y yo veía la grandiosa oportunidad de poder estudiar lo que realmente me apasiona, el Trabajo Social y la Medicina, ramas de la educación que para ese entonces en Curazao no se podían encontrar. 
Llegamos en primera instancia a Bijlmer Arena en donde sólo estuvimos por una semana, y  luego nos mudamos a Almere; donde 5 años después creció nuestra familia con la llegada de nuestra pequeña hija. 
Estando en los Países Bajos sentí la distancia terrenal enorme que había entre mis padres, hermanos y yo; con frecuencia me preguntaba: ¿Cuándo los volvería a ver?  Hasta con el cambio de horario se me hacía difícil comunicarme con ellos, pues mientras ellos estaban en horarios laborales, para mí era hora de dormir y descansar y viceversa; la comunicación con ellos se limitaba entonces sólo a los domingos. 
Al principio, comunicarme en el idioma holandés no fue fácil para mí.  Inclusive me llegué a sentir analfabeta, no poder leer y comprender , no poder escribir holandés, me parecía terrible y depender de una persona para que comunicara lo que yo sentía me hacía sentir frustración. Felizmente con el paso del tiempo y con estudio todo esto fue quedando en el pasado y  en anécdotas como llegar al doctor de casa con un papel escrito con los síntomas que tenía o ir al mercado y comprar los alimentos como los huevos por medio de señales, ahora hacen parte del pasado.
Vivir en Almere ha sido una gran bendición para mí porque me ha permitido conocer personas de diferentes culturas, diferentes religiones y formas de pensar y ver la vida; lo más importante, todas desde el amor y el respeto hacia los demás. Además  es una ciudad nueva, tranquila y de mi agrado. Una ciudad ordenada y sin tanto ruido, a diferencia de las principales ciudades de los Países Bajos y mi ciudad natal, Medellín, llena de congestión de autos, de gente y  comercio.
En la actualidad soy ama de casa a tiempo completo y lo hago con todo el amor del mundo, pues para mi es muy importante estar en la educación y formación de mis hijas. Inculcar a mis hijas el amor por la fe que profesamos, la sencillez de poder tener beneficios y compartirlos con quienes no los tienen y  trabajar por lo que queremos con honestidad es muy gratificante para mi.
Entre mis pensamientos y sentimientos que desde niña he conservado siempre han estado: la fé, la sencillez y el sentir humano. Para mí confiar en Dios y la Santísima Virgen es la base de todo, sin ellos nunca podré alcanzar nada. La sencillez me permite ser consciente de que otros merecen respeto y buen trato sin importar prestigio social. El sentir humano me ayuda a no ser indiferente ante la situación o dolor ajeno y abrirme a las necesidades de los demás.
Siento que llevo con respeto la cultura de las dos nacionalidades que tengo,  me gustan las cosas que para mi son buenas de ambas y en familia las vivimos, aprendemos y disfrutamos. He querido quedarme con las cosas buenas de la cultura de los Países Bajos y conservar las buenas de mi país de origen. 
El pensar regresar a vivir  a mi país no está por ahora en mis pensamientos y nunca he contemplado esa idea. Hasta el momento me siento feliz, me gusta y no me arrepiento de vivir en Almere.
 

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Authors

Fotos, Entrevista y Texto: Lyla Carrillo - van der Kaaden
Revisión de Texto: Babette Rondón
Fotostudio website: www.101studio.nl