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Esther
“Dos cosas eran prioridades: aprender el idioma neerlandés y montar bicicleta”

Samba, playa, artesanía e historia son las características de “Paraiba”, provincia que me vió nacer, ubicada en la región nordeste del Brasil con gente alegre de mezcla indígena y esclavos africanos. Hasta mis 14 años, viví con mis padres y hermanos en un pequeño pueblo llamado “Cruz del Espiritu Santo, cercano a la capital João Pessao. Crecí rodeada de campos de caña de azúcar, piña y maíz ya que la agricultura es una de las principales actividades económicas de la región.

Brasil es una sociedad “patriarcal” y/o “machista” con ideas fuertemente preconcebidas y estereotipos, donde el hombre ejerce su poder sobre la mujer en casi todos los ámbitos. El machismo también es una forma  de  probar su masculinidad y virilidad. Mi padre no era la excepción y mi madre, como todas, lo aceptaba. Mis padres, que estuvieron casados por 50 años, tuvieron 20 hijos de los cuales 7 sobrevivimos, siendo yo una de las de en medio. Mis 13 hermanos murieron de diferentes enfermedades infantiles de las cuales pienso que muchas se hubieran evitado, con vacunas y mayores recursos económicos.

“Camdomblé” es la religión afrobrasileña practicada por mi familia paterna, Sin embargo, mi padre se convirtió al cristianismo. Además de predicado de la iglesia, se dedicaba a la construcción como capataz. Él jugó un papel muy importante en mi vida y a su manera, nos quiere mucho.  A excepción de mis hermanos que no estudiaron y trabajaron con mi padre, yo sí pude hacerlo. Para mi padre la educación no era una prioridad y nos solía decir: - “Hay que trabajar, ya que el estudio es para los blancos”-. - “ Es suficiente con que sepan los números y escriban su nombre”. Yo quería ir a la escuela y gracias a la influencia de mi madre tuve la oportunidad de terminar la primaria. Impulsada en mi adolescencia por una fuerza desconocida, en mi fuero interno, que no aceptaba esas ideologías en las cuales la mujer se criaba para que se casara y tuviera hijos, decidí partir en busca de un mejor futuro. En mi mente no había una mejor perspectiva de vida, si seguía en el pueblo donde todo era rutinario y con manera de pensar tan tradicional.
 
Me mudé a "Bayeux" donde viví y trabajé en la casa de una señora, lo que me permitía estudiar por la noche mientras cuidaba de sus hijos durante el día. Obtuve mi título Técnico en Contabilidad y fue en este período que entré en contacto con la iglesia mormona. Cuando terminé mis estudios, fui como misionera a "Curitiba", una ciudad cosmopolita de origen indígena con influencia europea. 

A los 21 años regresé a mi provincia donde viví en casa de la mamá del obispo de la iglesia. En los siguientes 8 años trabajé en el hospital como cocinera, período donde pude estudiar cursos de gastronomía y los sábados, el idioma inglés y el español. Tuve luego un negocio de servicio de alimentación (catering) para la Universidad donde llegué a cubrir eventos de hasta 500 personas. Financieramente me sostuve y siempre ayudé a mis padres económicamente. 

En ese período, conocí por Internet a mi actual esposo neerlandés. Estuvimos mucho tiempo en comunicación hasta que llegó a conocerme a Brasil en mi 27avo cumpleaños. Yo no había oído antes hablar de los Países Bajos sólo algo lejano en la historia sobre las invasiones de los neerlandeses a Brasil. 

En los siguientes años viajé a su país en 3 ocasiones y en el 2006 me propuso matrimonio. Nos casamos en la iglesia mormona de mi ciudad. Mi esposo regresó a su patria y yo me quedé esperando durante un año, mientras se realizaban los trámites del permiso de residencia, para poder emigrar y vivir juntos.  Llegué al barrio “Waterwijk” en la ciudad de Almere, al norte de los Países Bajos. Un barrio muy tranquilo, con muchos niños y vecinos amables. 

Al principio me costó mucho acostumbrarme al clima. Sentía que me congelaba hasta en pleno verano. En mi tierra todo el año la temperatura es de 40 grados. La comida era muy extraña ya que sólo el “pan” de desayuno y el almuerzo no es un tiempo de comida y mucho menos esperar hasta la noche para comer algo “caliente” como le dicen. Estaba acostumbrada a comer los 3 tiempos de comida “calientes”  con carnes (pescado en especial) y acompañadas de arroz, frijol, verduras etc. En Brasil las papas son un plato de acompañamiento y no el plato principal. Por cierto, ya me aburri de comer papas.

Recién llegada mis dos prioridades fueron: aprender el idioma neerlandés y poder montar en bicicleta. Mi esposo es dueño de una tienda de bicicletas y tuvo mucha paciencia para enseñarme. Recuerdo que la primera que tuve era muy pequeña , me caía  a menudo. Ahora me movilizo sola por toda la ciudad en mi bicicleta eléctrica. El idioma neerlandés empecé a aprenderlo en un centro particular e incluso tuve tutora privada. Sin embargo, este idioma me ha costado mucho aprenderlo y entenderlo. Sobre todo porque los neerlandeses no utilizan expresiones físicas para hablar, sólo lenguaje gestual.

Trabajé en el negocio familiar hasta el 2014 a causa de un serio accidente que sufrí el cual me causó un “esguince cervical” (latigazo del cuello). A consecuencia del dolor crónico físico y mental, experimenté lapsos de pérdida de memoria, angustia y depresión. Estuve en un tratamiento especial que me ayudó un poco y fué hasta que entré en contacto con el ‘yoga’ y la  meditación que noté poco a poco el cambio producido en mi cuerpo y mente. Decidí profundizar la técnica con el fin de mejorar mi salud, recibiendo varios cursos de yoga en Grecia, España, México, Bali, Tailandia, India y aquí en los Países Bajos. Aprendí que las dificultades en la vida te ayudan a ser más fuerte y conocerte mejor.  Actualmente imparto clases en diferentes lugares en Almere; de forma que mi experiencia sea transmitida y ayude a otros. 

Amo a los Países Bajos aunque no me siento neerlandesa. A pesar de que he cambiado mucho, sigo siendo la misma brasilera alegre que gusta de la música Forró, Samba y todos ritmos brasileros. Mantengo mis tradiciones y cultura a través de mi comida. Mi identidad la constituye mi cabello ondulado y rizado, así como mi forma de vestir, con colores fuertes, que muestran mi descendencia producto de un mestizaje africano- indígena. Cuando me veo al espejo, puedo sentir la fuerza de mis ancestros, que me hacen ser la mujer que soy. Al igual que ellos me considero fuerte y capaz de vencer cualquier obstáculo.Los colores son muy importantes en las creencias de mis antepasados, enorgulleciéndome de llevarlos puestos en mi vestir diario. Es importante conocer, entender y aceptar la historia de nuestros antepasados para poder realizar con éxito los cambios necesarios en nuestra vida. 

Una de las diferencias culturales más grandes que noté en la sociedad neerlandesa es la igualdad de género y la mente abierta. A diferencia de Brasil, aquí logré verme como una mujer que puede opinar, soy respetada y tengo derechos. Fue aquí donde después de muchos años me dí cuenta que no había sido una “mala hija’ al haberme ido tan joven de casa.  Ya no conllevo ese sentimiento de culpabilidad por no haber satisfecho las esperanzas que mi familia y  la sociedad esperaban de mí. Ahora sé que simplemente dentro de mí, quería ser una mujer libre que pudiera tomar mis propias decisiones en la vida.

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Authors

Fotos, Entrevista y Texto: Lyla Carrillo - van der Kaaden
Revisión de Texto: Babette Rondón
Fotostudio website: www.101studio.nl